"El desafío de Jonás y las repercusiones de la desobediencia"
- Samuel Caraballo
- 30 may 2023
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 1 jun 2023
Por Pastor Samuel L. Caraballo, MPH, MDIV, MBE

Jonás 3:10: “Dios vio lo que hacía la gente de Nínive y cómo dejaba su mala conducta, y decidió no hacerles el daño que les había anunciado.”
Romanos 12:2: “No vivan ya según los criterios del tiempo presente; al contrario, cambien su manera de pensar para que así cambie su manera de vivir y lleguen a conocer la voluntad de Dios, es decir, lo que es bueno, lo que le es grato, lo que es perfecto.”
Son pocas las historias tan fascinantes como la de Jonás. Todavía recuerdo como en la escuela dominical para niños cantábamos el “corito” acerca de este profeta Hebreo y su encuentro con el enorme pez. Y todo porque él “no le hizo caso a la palabra de Dios”. Pero esta historia es un poco más compleja que la lírica de esta canción. En realidad este relato tiene mucho que decirnos acerca de las consecuencias de nuestras decisiones y acciones. En esta historia Jonás desafía el mandato de Dios tanto por decisión (negándose a obedecer) como por acción (zarpando en dirección opuesta a la misión asignada).
Nos cuenta el relato que ya estando en altamar se desató una tormenta estrepitosa. Entre un mar bravío y unas olas que destrozaban la barcaza se encontraban uno que desobedeció junto con otro grupo de personas que no tenían absolutamente nada que ver con la causa de esa tempestad. La vida de Jonás era solo una de las que corría peligro. ¡He aquí uno de los principios de esta historia! Nuestra desobediencia siempre acarrea consecuencias para los que conviven con nosotros. No somos seres desconectados de nuestro contexto social. Lo que yo decido y hago me afecta tanto a mi como a mi cónyuge, a mis hijos, a mis vecinos, a mi iglesia y a mi sociedad.
Es importante reconocer que esta fue también la realidad de la gente de Nínive. La maldad que impera en dicha ciudad produjo un mandato divino de destrucción masiva. El decreto de Dios se produjo a pesar de que en Nínive ciertamente residían niños, ancianos, animales, y vegetación. Pero así como las malas decisiones de Jonás causaron consecuencias negativas para los que viajaban con él, también las decisiones y acciones colectivas de un pueblo acarrearon consecuencias para todos en Nínive.
Ahora bien, Dios pudo dejar que Jonás muriera ahogado y buscarse otro mensajero. Dios también pudo aniquilar a la gente de Nínive sin previo aviso después de tanto daño que estos le causaron al pueblo de Israel. He aquí otro principio importante acerca del carácter de Dios. En su soberanía absoluta, Dios toma la decisión de establecer un trato con los seres humanos aun cuando nosotros no lo merecemos. Sin embargo, la historia no termina ahí.
Tanto Jonás como la gente de Nínive tuvieron que asumir cierto nivel de responsabilidad personal y colectiva en respuestas al decreto de Dios para sus vidas. Después de su cita con el gran pez, el profeta emprendió su marcha (casi a regañadientes), hacia la ciudad que aun él detestaba. Es importante notar que después de cumplir su misión, Jonás necesitó continuar su proceso de transformación. A la gente de Nínive, le tocó lidiar con la noticia de destrucción la cual los llevó a enmendar colectivamente sus malas decisiones y acciones.
“....vístanse todos con ropas ásperas en señal de dolor, y clamen a Dios con todas sus fuerzas. Deje cada uno su mala conducta y la violencia que ha estado cometiendo hasta ahora; tal vez Dios cambie de parecer y se calme su ira, y así no moriremos.”
Hoy, podemos concluir que el sacrificio de Cristo en la cruz es la prueba más contundente del deseo que Dios tiene de redimir las vidas de los seres humanos, (1 Juan 2:2, 1 Timoteo 2:4). La salvación otorgada por Dios es un regalo inmerecido producto de su gracia mediante la fe, la cual es un don de Dios (Efesios 2:8). Sin embargo, debemos entender que el cumplimiento de la voluntad de Dios para nuestras vidas, que abarca mucho más que nuestra salvación personal, requiere nuestra disposición de renovar nuestras mentes y las acciones que proceden de esta, (“...cambien su manera de pensar para que así cambie su manera de vivir…Romanos 12:2).
Quizás nuestro reto para hoy sea personal como el de Jonás; cambiar nuestras actitudes ante una tarea encomendada por Dios para nosotros. O quizás el reto sea comunal como el de Nínive; enmendar colectivamente nuestra mala conducta como pueblo y frenar la violencia perpetrada en contra de los que nos rodean. Sea cual sea nuestro reto, permitamos que el poder sobrenatural del Espíritu Santo comience un nuevo mover en nuestras vidas; un mover que expande las fronteras de nuestro entendimiento de tal manera que podamos sincronizar nuestra decisiones y acciones a la soberanía absoluta de Dios.
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